La Vanille
Si tengo que ser sincero, no esperaba que el parque me llegara a gustar tanto, ya que fui con la idea de que sería una simple atracción turística. Sin embargo, según iba conociendo los diferentes rincones de la Reserva, mi opinión cambió y las horas pasaron casi sin darme cuenta.
El espacio no es excesivamente grande, pero está estructurado de manera que caben gran variedad de hábitats, estrategicamente situados.
La visita em pieza por una muestra de borricos, cabras y ciervos que están en semilibertad antes de entrar al parque.
Una vez pagada la entrada, vemos los primeros cocodrilos, unos curiosos murciélagos que comen sólo fruta, y llegamos a la reserva de las tortugas, gigantescas y pesadas ( hasta 250 kgs) todas nacidas en cautividad ya que el esfuerzo de recuperación ha dado sus buenos frutos.
Pasamos por debajo del Restaurante, donde extrañamente sirven carne de cocodrilo preparada de varias maneras. Esto me resultó chocante, porque me pareció que los criaran para luego comérselos,..... en fin. Contradicciones...
Seguimos adelante y pudimos ver varios estanques con anguilas y tortugas de aguadulce, y justo enfrente una recuperada locomotora del siglo pasado. Un espacio cerrado es el lugar escogido para enseñarnos la magnífica colección de insectos de todo el mundo que cubren sus paredes.
Llegamos al final del recorrido casi sin darnos cuenta, pero habiendo disfrutado de esta incursión por la naturaleza de las Mascareñas y por tanto comprendiendo y conociendo mucho más el lugar donde pasábamos nuestras vacaciones.
A la salida, una tienda boutique con gran variedad de regalos a precios muy interesante, sobre todo los artículos de piel de cocodrilo( para quien le guste, a mí me da mucha pena)
La verdad es que el lugar es muy interesante, sobre todo si se va con niños, que serán los que más disfrutarán. Y los que no somos niños también...