El eterno segundón
Segundón porque claro, siempre vivirá a la sombra de su hermano mayor, el Wanaka, que veremos después. Por eso he querido ponerlo el primero, para que al menos por una vez tenga algo de protagonismo, que no esté oculto, que brille por sí mismo.
Y eso que no es pequeño, al contrario; con sus 393 metros de profundidad y 35 kilómetros de largo es uno de los lagos más grandes de Nueva Zelanda.
La carretera discurre paralela a él durante varios kilómetros, donde se van sucediendo los miradores que permiten disfrutar de unas vistas considerablemente hermosas. Decidimos detenernos en uno de ellos, quizá el más espectacular ya que tiene un promontorio que nos sube un poco más arriba del nivel de la carretera y por tanto nos ofrece una visión más panorámica de toda la masa de agua.
Mientras admiramos este regalo para los sentidos, no sabemos si el agua refleja el cielo o el cielo el agua, ya que los azules parecen fundirse en un horizonte interrumpido sólo por las montañas.
El lugar es destino aleatorio para aquellos amantes del deporte de agua y aventura, ya que pueden practicar en él todo tipo de actividades que tienen como base las gélidas aguas que alimenta el río del mismo nombre. Y digo aleatorio porque de nuevo surge la disputa entre los dos lagos, y para ser francos, en cuanto a paisajes, no sabría con cual quedarme.


