El agua y los chismes
Una ciudad laboriosa y siempre activa, como Sóller, no podía carecer de nada, y mucho menos de un espacio tan importante como un lavadero, donde dejar impolutas las prendas de sus habitantes, las propias y las de los señores de importancia, que no podían permitirse perder el tiempo ni estropear sus manos con las labores de limpieza.
Así, que aprovechando una corriente de agua que se canalizó y acondicionó para este menester, los ingenieros crearon un lugar con un encanto especial a nuestros ojos del siglo XXI, pero que en su tiempo tenia un gran valor como lugar de higiene y reunión.
Cada día, las mujeres del entonces pueblo de Soller llevaban la ropa sucia de sus familias o la de los señores a los que servían a este lavadero localizado al final de la calle de la Luna, y con sus losas de madera, sus raspadores y bastos jabones metidos en barreños pasaban horas quitando el polvo y la suciedad de las prendas. Pero aparte de eso, hablaban y comentaban cualquier noticia o acontecimiento que ocurría en el pueblo o en los alrededores, de donde nacieron expresiones como ‘lavar los trapos sucios’ en relación a criticar a otros o ‘hay ropa tendida’ como aviso de que no se podía hablar delante de una persona determinada.