Exótica, lejana y colorida
Mozambique tiene todo para atrapar al viajero. Arrinconado en el extremo sudeste de África y con 2500 kilómetros de costa sobre el espectacular Océano Indico, los portugueses estuvieron casi 500 años y dejaron una huella inmensa. Es cierto que en el sur del país la gente iletrada -muchísima- habla Ronga o Shangaan y no entiende nada de portugués, pero aquí, en Maputo, la capital de Mozambique desde 1907 ubicada en el extremo sur, desde la música (la popular marrabenta), los cafés y sus terrazas, los clubs de jazz y la comida, hasta la arquitectura, tienen algo notoriamente latino.
Una característica que distingue a Mozambique de otros países africanos es que a pesar de que la mayoría de su población practica el animismo, en el centro y sur del país hay un alto porcentaje de cristianos. El norte alberga una gran concentración de musulmanes, pero en Maputo éstos no son tantos; uno no los suele ver entre el gentío, sino, más bien, arracimados en sus propios barrios.
A pesar de que Mozambique es uno de los países más pobres del mundo (las estadísticas dan miedo: 37 años de expectativa de vida, 52 % de analfabetismo, 15 % de la población infectada de HIV, 54 % de la población viviendo en la pobreza), en Maputo se hace evidente que el país está en pleno crecimiento económico. Gracias a un gobierno democrático estable que ha favorecido las inversiones extranjeras, los barrios residenciales, las urbanizaciones turísticas y los hoteles de lujo están en plena expansión.


