El Mar de Arena está en el desierto ...
El Mar de Arena está en el desierto líbico de Egipto, al noroeste, cerca de la frontera con Libia. Se suele acceder a el en todoterreno desde Siwa, normalmente en excursión contratada porque son necesarios varios permisos de la inteligencia policial (uno para entrar de excursión y otro para pernoctar, o uno diario, como se quiera ver). Y no es muy sencillo conseguirlos por libre. Aparte que se necesita un buen conocimiento del terreno, del vehículo y su mecánica.
La excursión de dos días con una noche de vivac (cena y desayuno incluidos) eran unas 200LE en 2005.
"Salimos de Siwa hacia el oeste y a unos 15 minutos de distancia giramos a la derecha introduciéndonos de lleno en el magnifico mar de arena. Cinco minutos después paramos. Los chicos desinflan las ruedas un poco, repasan el motor y...... EN MARCHA!!! Comienza nuestro RALLY POR EL DESIERTO!!!
Nza la encarnecida batalla entre esos negros dientes de caucho y millares de soldaditos ocre amontonados, en lo que aparece como diferentes tipos de formaciones, que se deslizan entre ellos, se amontonan en un habitualmente frustrado intento por entorpecerles el paso o quedan aplastados o desterrados tras perder su batalla. En ocasiones aparece algún ejército extranjero en forma de pequeño arbustillo reseco, pero también tienen la batalla perdida. Los dientes de caucho de Hervie pueden con todo; grandes, pequeñas o medianas dunas de todos los tipos y formas, dispuestas a tragarnos al menor descuido, han de rendirse ante la poderosa tracción de Hervie. Otras con radicales cortes verticales dibujando un afilado vértice en su loma, que nos obligan a utilizar la reductora para bajar, casi en vertical hasta 20 o 22 metros de pared de arena. Y pensar que me emocionaba en cualquier montaña rusa, esto si que descarga adrenalina.
Entre sube y baja, acelero y freno, patinazos, derrapes, vaivenes y demás quedan instantes para respirar hondo y vislumbrar que me encuentro en medio de la nada más inmensa que he visto nunca. Tras unas 2 horas de emoción paramos en lo alto de una duna para ver, a lo lejos una manchita verde acechada y a su vez acurrucada por los millares de soldaditos amarillos en formaciones de diversas formas y tamaños. -“Nos dirigimos hacia allí”, me dice Fathi Senior
Ahora si, breve pero intensa parada. Otra vez se eriza mi vello al contemplar semejante paisaje. Apenas capaz de discernir lo próximo de lo lejano, lo llano de lo alzado, lo escueto de lo luengo, tan solo sinuosas curvas entrelazadas, haciendo gala de la mayor variedad de ocres jamás imaginada, arropadas por el sedoso manto de arena que la dulce brisa traslada de este a oeste, con un bello fin de renovación, mis párpados caen, invitados por sensaciones, hasta cubrir mis ojos privándome de tan maravilloso espectáculo e incitando mis sentidos que comienzan a despertar.
El olor es seco, fresco, limpio. Puedo escuchar el vuelo de los minúsculos granos de finísima arena, su caer y resurgir para volver a tomar tierra y siento cómo mis piernas interceden su viaje. Con la boca entreabierta percibo escasez de salivación y consecuentemente cómo van quedando adheridas las comisuras de mis labios. Introduzco mis manos en la virginidad de este mar y la frescura superficial se va transformando en tórrido calor a poca profundidad donde, con suaves movimientos dactilares, descubro el tan apreciado micromasaje arenoso. Saco mis manos unidas en forma de cuenco, las alzo tímidamente y siento cómo la arena escapa de ellas atraída por la irresistible fuerza de la gravedad. Esto potencia el olor, escucho el golpeteo del caer de la arena sobre la arena, vuelvo a respirar hondo y es en este momento cuando las sensaciones dan paso a los sentimientos........


