El Señor de La Gomera
El Roque de Agando impresiona lo mires por donde lo mires. Por mucho que intentes pensar y cavilar, pasan los minutos y sigues sin encontrar la manera en la que la Madre Naturaleza pudo haber creado un roque tan perfecto e imponente. Y es que atrae desde lejos, desde que tomamos la carretera en dirección al Monte del Cedro y tras una curva lo vemos ante nosotros, impasible y atemporal.
Son casi 1.200 metros los que se levanta el gigante pétreo, fotogénico como pocos, y la carretera, cercana pero prudente, parece acercarnos al él, pero nos mantiene a una distancia respetuosa, preservando su grandeza.
Está muy claro que el lugar tiene algo hipnotizante, mágico y misterioso. Y si no que se lo digan a los escaladores que cada vez en mayor cantidad se aventuran a subir hasta su cima.
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