Carmen Pérez del Olmo Teira
Encuentro inesperado con la Fe
La primera vez que me acerqué hasta la casa de la Madre Teresa, en Kolkata, no esperaba encontrar un museo ni un lugar histórico. En realidad, mi intención era dar con las "oficinas" de las Hermanas de la Caridad para informarme sobre cómo inscribirme en su programa de voluntariado (si es que se le puede llamar así).
Por eso, cuando la religiosa que abrió la puerta me dijo que aquel lugar era la casa donde la mismísima Madre había vivido los últimos años de su vida, sentí como se me encogía el corazón, y debo reconocer que de alguna manera pensé que todavía no estaba preparada para ello.
Como todavía no daban las tres de la tarde, el museo estaba cerrado, de modo que la hermana me hizo pasar a la sala donde se encuentra la tumba de la fundadora de su orden, y en la cual, en esos precisos momentos, un grupo abultado de religiosas se habían reunido para orar.
Aunque el idioma en el que rezaban me era completamente desconocido, el momento que viví fue muy especial para mi. No soy creyente, pero la imagen de aquellas mujeres completamente concentradas en su oración, repitiendo la misma frase una y otra vez, movió algo en lo más profundo de mis entrañas.
Al dar las tres de la tarde, me indicaron que podía pasar a ver la casa. La habitación de la Madre Teresa se encuentra tal cual estaba cuando falleció, y si hay una palabra que pueda describirla es "austeridad". Apenas una cama, un escritorio y una silla componen todo su mobiliario; ni un ventilador que ayude a soportar la dura temperatura que en Bengala Occidental hace la mayor parte del año (¡más cuando la estancia se encuentra justo encima de la cocina!).
La última habitación visitable de la casa es la salita-museo que se encuentra en la planta baja. Allí, una colección de objetos y fotografías de la vida de la Madre ofrecen una perspectiva general de la intensa vida de esta mujer, merecedora del Premio Nobel de la Paz.
El horario para visitar la casa de la Madre Teresa es de ocho de la mañana a una del mediodía, y de tres a seis de la tarde; aunque si os equivocáis como yo y vais a deshora, os abrirán la puerta igualmente. No por nada, el cartel de la puerta siempre indica "in", tal cual era cuando la madre vivía, estuviese o no ella en casa.
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