La era de la razón
Al principio todo era oscuridad. Los enfermos simplemente morían, apenas unos cuantos sanaban. Hasta que de repente la ciencia, la medicina, nació tal y como la conocemos hoy en día. Y la evolución de su crecimiento es lo que nos presenta este pequeño pero fascinante museo.
Ya desde un principio nos sorprende su ubicación, el ático de la iglesia de Santo Tomás, en el barrio de Southwark, lugar donde se ubicaba un hospital dedicado a este santo milagroso.
Cuando subimos las empinadas escaleras y llegamos a la buhardilla, encontramos un completísimo herbolario usado por el boticario del hospital para secar y almacenar las hierbas dedicadas a la preparación de las medicinas naturales. Mientras aspiramos su aroma, que aún nos permite incluso distinguir unas de otras, vamos acercándonos a la parte menos agradable del museo; la fascinante exposición que nos revela el horror de la medicina y de la cirugía anteriores a los grandes avances de las ciencias médicas, y que incluye instrumentos para sangrías, trepanaciones y partos.
Si los juntamos a la falta de anestesia, podemos imaginarnos fácilmente la pésima calidad de vida que existía antes de los últimos adelantos en el campo de la cirugía y de la medicina. Da un poco de grima ver las fotografías antiguas que nos llevan a un pasado donde ser enfermo era casi sinónimo de apestado. Pero lo más interesante estaba por venir.
Pasando un estrecho pasillo llegamos a la sala de operaciones.
Lo más interesante es que aunque fue creado en 1822, este espacio cayó en el olvido en 1862, y no fue hasta 1957, que fue accidentalmente sacado de nuevo a la luz.
Rodeado de estudiantes de medicina y otros médicos interesados en aprender nuevas técnicas o ver cómo la gente moría a manos de otros médicos, los pobres pacientes, afortunados por encontrarse ante los más eminentes cirujanos del país, soportaban a base de alcohol u opio los indecibles dolores que provocaban las trepanaciones, amputaciones o cesáreas.
Bajo ellos, empapado por el serrín, el suelo estaba encharcado de sangre y pus, y la falta de higiene sanitaria brillaba por su ausencia.
Nos sentamos en las gradas y por un minuto intentamos retroceder en el tiempo.. Y sentimos mucho dolor.