Roberto Gonzalez
La Bolsa de Nueva York: La sangre del mundo
A pesar de que Wall Street es el símbolo más destacable del capitalismo estadounidense, el edificio que todos conocemos como " La Bolsa", se encuentra en Broad Street.
El magnetismo que la rodea ha sido siempre tan grande que hasta que se cerraron los accesos al público por medidas de seguridad, más de setecientos mil visitantes atravesaban su portentosa y neoclásica fachada para ver como cambiaban de mano cada día unos mil millones de acciones valoradas en cuarenta y cuatro mil millones de dólares.
El edificio fue testigo en 1929 del famoso "crack" que tuvo consecuencias inimaginables hasta entonces en la economía mundial.
Miles de empresas se vieron abocadas a la bancarrota tras la caía de las acciones en el llamado Jueves Negro, cuando los especuladores tomaron la decisión de vender sus acciones para recuperar el dinero invertido con grandes beneficios. El desmesurado crecimiento de las ventas disminuyó el valor de las acciones. Incapaz de contener la caída de la Bolsa de Valores, los accionistas comenzaron a vender para perder lo mínimo y consecuentemente las principales acciones perdieron el 90% de su valor y millones de inversores terminaron en la quiebra.
Miles de personas que habían invertido todo su dinero en acciones para conseguir dinero "fácil" quedaron arruinadas y se vieron obligadas a vivir en campamentos y ser alimentadas por las organizaciones humanitarias. Muchos estadounidenses se suicidaban, tirándose desde las ventanas de los rascacielos más altos.
Hoy, cuando la Bolsa sigue fluctuando según se mueva el mundo, sus guerras y sus gobiernos, el lugar sigue siendo un monumento permanente a las ambiciones, vanidades y locuras económicas de una humanidad que parece no querer mirar nunca atrás.
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