Nueva York

Hace una semana que volví de Nueva York, realmente era una de las ciudades que siempre quise conocer y no quería esperar más. En principio me acobardaba el hecho de no saber inglés, en realidad lo que sé de inglés es muy básico, pero animada por unos amigos tomé fuerzas y me lancé a esta ciudad tan fuerte y vital.
No me decepcionó para nada y ver aquellas moles de edificios que siempre te muestran en las películas me fascino desde el primer minuto, además si el problema es el idioma, hoy en día creo que esta ciudad tan diversa de razas y culturas a cada paso que dabas siempre te encuentras con alguien que habla el español.

Nueva York ofrece muchas posibilidades: teatros, museos, parques, compras... Para disfrutar de muchas de ellas hay que abrir la cartera, pero no para todas. En verano, por ejemplo, los parques ofrecen espectáculos al aire libre. Uno de los imprescindibles es Batery Park al atardecer: mientras el sol se pone por detrás del río Hudson, la gente se acerca al parque con las sillas de camping, una manta... y hasta con unas copas y una botella de vino o de champán. También es gratis el ferry que enlaza Mannhatan con Staten Island, que nos ofrece el famoso skyline de los rascacielos, o pasear por el puente de Brooklyn...

Cierro los ojos y me atrapa el recuerdo del caótico laberinto que conforman las calles de Nueva York, llenas de náufragos amarillos en forma de taxi, llenas de etnias, de arte, llenas de vida. Cierro los ojos y no quiero abrirlos por miedo a que mis recuerdos desaparezcan, esos que guardo como un tesoro desde hace meses, esos que últimamente no puedo quitarme de la cabeza.

Ha pasado el tiempo e intento trazar la sombra de la ciudad con mi pluma y con las ráfagas de memoria que me acechan de vez en cuando. Lo intento.

Llegué a Nueva York a mediados de marzo, era nueva en la ciudad y eso hacía que mirase a todos lados con los ojos como platos. Consumí el día y me devoré las estrellas. Dormí poco y viví la ciudad, manzana incandescente, de manera muy apasionada. Porque joder, estaba en LA ciudad. La ciudad por antonomasia, la ciudad incombustible de los rascacielos impertinentes y el insomnio. La ciudad de Jackie Kennedy, la de Paul Auster, la de Woody Allen. La puta ciudad que suena a jazz y a canciones de Sinatra. La ciudad que es todas las ciudades en una. La ciudad en la que las contradictorias indicaciones de lugareños de “la mejor hamburguesa de NY” nunca te llevarán al mismo sitio.