Roberto Gonzalez
La isla de las monjas
Sólo cuando uno empieza a callejear por Galway se da cuenta verdaderamente de que la ciudad ( por lo menos su parte antigua) está formada por varios islotes que surgen del agua que discurre por los canales alimentados por el río Corrib. Así que no deja de ser una sorpresa cruzar un puente y encontrarse de repente en el centro de una isla con una historia de lo más curiosa.
Al parecer el nombre le viene de una orden de monjas clarisas que tenían sede en esta isla, en ese momento apartada del centro de la población y que junto a un monasterio de monjes franciscanos (también en una isla con su nombre) conformaban el estrato religioso de la hermosa ciudad de Galway.
Las dos órdenes religiosas fueron trasladadas desde sus conventos originales hasta la isla para protegerlas de la ira religiosa del Vizconde de Ranelagh que quería terminar para siempre con el poderío de la iglesia católica en Irlanda. Si andamos por la isla con los ojos bien abiertos, podremos encontrar las tumbas de dos clarisas que murieron durante esa época de persecuciones e incluso los restos de una pequeña ermita donde se reunían para rezar.
Una vez pasado el peligro las monjas restantes fueron trasladadas a otras poblaciones donde siguieron fundando conventos y creciendo en número, pero esta isla siempre permaneció en la historia de la Orden como el único refugio que encontraron en un época de grandes convulsiones de fe y principios.
A dos pasos encontramos la Catedral de Galway, inaugurada el 15 de agosto de 1965 y por ello, es la más joven de las grandes catedrales de piedra de Europa. Por fuera parece mucho más antigua, pero conforme nos acercamos a ella, las arrugas del tiempo desaparecen y comprobamos que su piedra parece recién tallada.
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