Mezquita de los Omeyas

Todo en ella es impresionante, el oratorio en concreto tuvo que ser reconstruido en el XIX durante el Imperio Otomano. Hay que fijarse el extraño sepulcro que está cubierto con una cúpula de mármol verde. Es el sepulcro de Juan Bautista, donde se afirma que se encuentra su cabeza casi incorrupta. Los musulmanes conderan a Jesucristo y a Juan Bautista grandes profetas del Islam, así que el lugar resulta muy venerado.

Además de su grandiosidad, al este de la mezquita también encontraremos el sepulcro de Hussein, nieto del profeta Mahoma y muy venerado por la rama chiíta de los musulmanes. Por ello, hasta la mezquita acuden muchos peregrinos de Irán, principalmente.

Un lugar sobrecogedor.

Hablar de Damasco, suponía remontarnos a hacerlo de personajes como el rey David, Nabucodonosor, Alejandro Magno, Saladino.
Era remontarse a un bello oasis humano, luminoso, lleno de vida, que estuvo habitada sin interrupción durante cuatro milenios.

Los muros externos datan de épocas tanto aramea como romana, en los que se observaban ornamentos e insignias griegas. La mezquita era su mayor tesoro, en si guardado en un cofre, cerrado por sus murallas romanas.
Se convirtió en mezquita a cargo del sexto califa al-Alwalid, quien la amplio. Los omeyas no repararon en gastos para construirla, 400 arcones llenos de oro sufragaron el gran templo omeya, un edificio diseñado para reproducir la casa del Profeta Mahoma.

Miles de artesanos ayubitas, mamelucos y otomanos. Musulmanes como cristianos venidos de Egipto, Bizanció, Persia.
Trasportaron antiguas columnas para levantar allí, la mezquita más espléndida del Islam.

Tras colocarnos el guardapolvo con capucha, entramos en su patio. Me puse en el centro del mismo y gire y gire sobre mi misma, contemplando la belleza del lugar, su calidez en materiales, sus colores y murales fiel reflejo tal vez del paraíso o Edén.

Paredes recubiertas por mosaicos de paisajes sobre campos de oro, árboles frondosos, regados por las aguas dulces del río Barada, todo un edén para los beduinos del desierto sirio.
Su gran patio interior en mármol, donde gira la vida. De planta cuadrada, con pilares y columnas y en el segundo piso dispone de, el doble de arcos. Un lugar de reunión, para rezar, meditar e incluso lugar de descanso.

Con tres pabellones muy ornamentados la Cúpula del Tesoro, sus paredes llenas de murales lugar donde se guardaban las riquezas de la mezquita.

Está levantada sobre ocho columnas corintias - el Pabellón de los Relojes y el Pabellón de las Fuentes o Abluciones - donde antes del rezo los fieles acuden a lavarse la cara, manos y pies.

Sus dimensiones y su forma nos recuerdan una basílica católica, con cuatro puertas, una cúpula y tres minarete con estilos diferentes. Su nave central nos conduce al mihrab.

Una amplia sala de oraciones decorada con dibujos geométricos (145 m de largo de largo) con columnas romanas, con impresionantes arcadas laterales, en las que vi ancianos recostados dejando, pasar las horas de más calor charlando, jóvenes estudiando.

El sepulcro de mármol de Juan Bautista, muy venerado tanto por cristianos como musulmanes, bajo la cúpula al-Nissr (de 45 m de altura) bellos mosaicos bizantinos cubren las paredes y sobre manera, el que representa el Edén.
En una sala adyacente se encuentra el sepulcro con la cabeza de Huséin bin Ali, el nieto de Mahoma un lugar importante de peregrinación para los chiítas.

A las afueras del templo, próximo a los muros del Templo romano de Júpiter, se alza un cuarto pequeño, que alberga la tumba de Saladino, uno de los sultanes más conocidos.
Esta fue mi visita. ¡Porque quiero recordar este hermoso lugar a modo de homenaje cultural, de encuentros de civilizaciones. Para quienes ya no lo puedan disfrutar, tras los años de dictadura y guerra, con la matanza de tantos sirios!