De fortaleza a parador
Sus orígenes musulmanes, íberos e incluso romanos, otorgan a este castillo un linaje del que pocas fortalezas españolas pueden presumir, ya que en el montículo donde se asienta ya hubo población en el siglo I a.c. según atestiguan las excavaciones realizadas en los cimientos del castillo.
Tanto íberos, como romanos y musulmanes eran grandes estrategas y gustaban de levantar fortalezas o pequeños cuarteles en lugares elevados para mantener una vigilancia constante de los enemigos potenciales de sus asentamientos. Es por eso que desde siempre la roca donde se levanta el castillo ha estado siempre habitado por el hombre.
Levantados sus cimientos y murallas por los árabes, fue conquistado por los cristianos rápidamente y con igual celeridad cedido a la Orden del Temple, lo que hizo que tras su caída en desgracia en toda Europa, el castillo les siguiera al abismo, quedando abandonado a su suerte y a la furia de la Guerra de la Independencia hasta que finalmente fue restaurado y convertido en Parador Nacional.
Por él han pasado reyes de todas las épocas, religiosos de la más alta jerarquía, militares y estrategas, nobles y vasallos, hasta llegar al presente, momento en que el castillo está abierto para el uso y disfrute de quien tenga la suerte de hospedarse en él.
Las vistas desde arriba son de casi 360º, y recomiendo encarecidamente recorrer la ciudad por la Ruta de las Fortificaciones, que nos darán una idea de lo importante y estratégica que llegó a ser Tortosa.
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