El pequeño paraíso
Como decía en mi anterior rincón, llegar al Parque Nacional Abel Tasman por mar es una auténtica gozada, pero lo es más aún recorrer la Gran Ruta de la costa, una de las más populares y hermosas del país.
Empezamos en la playa de Medlands, desde donde nos incorporamos a este sendero de 51 kilómetros y donde nosotros recorreremos 11.
El camino es de tierra y desde ella se pueden ver las hermosas playas de arenas doradas, bordeados de bosques costeros y muchas sorpresas como la Piscina de Cleopatra, que veremos en el siguiente rincón. Muy bien señalizado y con desniveles asequibles a toda la familia, sube y baja por las laderas y montañas para bajar hasta las playas y luego remontar de nuevo por las lomas que conforman el parque y que la naturaleza tuvo a bien hacer de duro mármol y moldeable piedra caliza.
Lagos de cristalinas aguas y fondos arenosos, entradas del mar que forman pequeños fiordos, arbustos con flores blancas y fragantes, puentes colgantes que salvan los pequeños desniveles entre los barrancos que forman las montañas, y un sinfín de miradores naturales que permiten otear toda la costa del parque, con sus playas doradas, lenguas de arena y vegetación que casi toca el agua, encaramada a unas rocas casi blancas.
Abel Tasman es sin duda un lugar mágico, donde los ojos se relajan para dejar pasar la luz y todos sus colores, donde la naturaleza y el hombre parecen darse la mano para que uno pueda disfrutar del otro sin ningún tipo de frontera, para que los sentidos se abran a un mundo diferente, explorado pero salvaje. Abel Tasman es el orgullo de la Isla Sur.


