Todo lo que se diga de él será insuficiente..
Este maravilloso rincón es, sin ninguna duda, el patio más hermoso en el que haya estado nunca.
Dejar los zapatos a la entrada, cubrirse con una túnica negra hasta los pies... Y pisar el cálido suelo de mármol blanco. Brilante, brillante. En el centro la bellísima fuente de abluciones, a un lado la Cúpula del Tesoro y al fondo... El alminar de Jesús, el más alto. La leyenda cuenta que aquí es donde Jesús aparecerá el día del Juicio Final.
El Patio de la Omeya es mucho más... Son las familias alegres sentadas en el suelo, hablando sobre Dios y sobre berenjenas. Son los turistas de los Emiratos Árabes deseando hacere fotos contigo porque en su país no ven occidentales. Es el chico que, sentado en una esquina, dibuja, medita. Son los niños jugando al pilla-pilla, es el amable guardia encantado de explicarte qué significa cada relive, a ti, a la cristiana.
Este lugar es un espacio privilegiado de vida, belleza y meditación. Podría pasarme horas paseando por ella, descalza, sintiendo el suelo en las plantas, escuchando el bullicio, meditando, fotografiando...
Sin dudas la mejor hora para visitar la Omeya es el atardecer, justo antes de que cierren... En ese momento, por unos instantes, te quedarás solo ante la belleza y ante la Historia.


