Pla de Santa Bárbara

Quizá temerosos de los enemigos que podrían llegar por los cuatro puntos cardinales, o sencillamente por una cuestión aleatoria, la villa de Montblanc tuvo su origen en este cerro que fundaron y poblaron los íberos y del que aún se siguen encontrando restos.

Mas tarde, reconociendo el gran valor estratégico de este punto geográfico se levantaron una pequeña iglesia, y por supuesto un imponente castillo rodeado por una pequeña muralla. Como estamos hablando del siglo XII, podemos entender que de aquello nada queda, tan sólo los cimientos de los edificios y un pozo cegado.

Por eso, lo que tenemos que hacer, después de haber ascendido al cerro por las cómodas rampas, o para los más inconformistas por los senderos de tierra que salpican la pequeña colina, es disfrutar del precios paisaje que nos rodea, respirar una tierra de valles y cerros que vieron pasar, según se dice a los elefantes de Anibal y nacer la leyenda de San Jorge y el Dragón.

Acceder a este pequeño monte ubicado en el casco antiguo de la ciudad que fuera fundada en este sitio en el año 1163 y que le da su nombre porque lo que se veía era un monte infértil (munt-blanch), ver los restos de sus construcciones, la escalera al vacío, los bancos que se han puesto en el camino para descanso del paseante. La parte posterior de la Iglesia de Santa María, las vistas de una ciudad en la que se entremezclan cordones montañosos, antiguas murallas y modernas construcciones. Leyendas de dragones y verdes olivares, batallas, encuentros y desencuentros, nos trasladan con la imaginación a sus primitivos habitantes los íberos y los romanos, inundaciones, pestes y fortificaciones, San Francisco de Asís pasando la noche en el Convento, hasta llegar al pueblo que habitó la colina y fuera privilegiado por las Cortes Catalanas para favorecer su crecimiento entre los años siglos XIV y XV. Según cuentan aquí estaba el antiguo castillo del Pla que fuera abandonado y destruido.