Roberto Gonzalez
Un tufillo en la ciudad del perfume
Grasse es la Ciudad del Perfume, así, con mayúsculas. Entrar en el valle en el que se asienta, recostada sobre un picacho que le da categoría de ciudad elevada, es penetrar en un mundo donde los sentidos se rinden, se anulan ante la omnipotencia del olfato.
Por todas partes hay fábricas de esencias grandes y pequeñas, que ayudan a la economía de su propietario o le enriquecen como proveedores de las "grandes maisons" del perfume mundial. Hay de todo.
Pero claro, el perfume puede dar de comer, pero no se come, así que no queda más remedio que tener una dieta variada. El pescado es fundamental, y cuanto más fresco mejor. Por eso instalaron un mercado de bichitos de mar en pleno centro de Grasse.
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