Una de las playas más bellas del mundo
Inevitablemente, lo queramos o no, esta preciosa joya marina, hecha de polvo de perla, turquesa y esmeralda, aparece ante nosotros al descender una de las colinas que conforman la Gran Ruta de la Costa del Parque Natural de Abel Tasman.
DesDe arriba ya impresiona por el color de sus aguas, fina arena y la frondosa vegetación que toca el agua. Sabedor de ello, el departamento de Conservación habilitó una de los recodos del camino como minúsculo mirador, que lo que hace es prepararnos para el espectáculo de Torrent Bay.
Ese mismo camino convierte su tierra y sus piedras de mármol en dorada arena según toca la playa. Nuestros ojos van de un lado a otro, hipnotizado por la belleza del lugar y envidiosos por los afortunados poseedores de algunas casas que se ocultan tras unos árboles.
De todas maneras no es un paraíso prohibido, ya que no son casas para uso privado, sino que sus propietarios las alquilan en su totalidad o por habitaciones a un precio módico.
No son muchas, apenas diez y están unidas unas a otras y a la playa por caminos de tierra bordeados de césped. Sabemos ya que la única manera de llegar aquí es por mar, así que no nos cuesta imaginar la tranquilidad que se respira aquí, sin coches, calles, tiendas o bares. No hay nada, sólo descanso y playa.
El camino sigue adelante, internándose de nuevo en la espesura, y nosotros con él. Junto a la playa manglares y pequeños fiordos hacen que muchos peces marino entren a desovar muy pegados a tierra firme.
No me extraña que lo hagan, aunque no se si es por la belleza de la costa o por la calidez del agua...
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