Playa, olas, buena gente y mucho surf
Madruga, neopreno a la mochila, tabla al coche, mochila al maletero, conduce hasta encontrar el mejor spot del día. El sentimiento de anticipación se apodera de ti.
Observa el mar, otea el horizonte, fija tu mirada en el pico, analiza cómo rompe la ola. Hoy espera un gran día. Ponte el neopreno, saca la tabla, blande la cera sobre su superficie. Sol, la niebla suspendida en la mañana se levanta poco a poco, se acerca el momento.
Acércate a la orilla, el agua salada moja tus dedos, un pequeño escalofrío recorre la planta de tus pies. Ya estás dentro. Rema, sube al pico, una ola; pato. Sigue remando, sol directamente en los ojos, brilla sobre tu tez. Espuma blanca, sigue remando, otra ola; otro pato. Hoy lleva fuerza; sonríes.Continúa remando, llega al pico, tres compañeros. Pequeño descanso.
Mira a la orilla, todo en su sitio, nadie en la playa. Todo en orden. Espera a la serie: mar infinito, el sol se refleja en las olas, gaviotas, cielo azul, no hay coches, no hay ruidos, solo paz interior.
Llega la serie. Media vuelta, busca la ola, rema. Primera fuera. Segunda, rema, rema más fuerte, viene de derecha, la cresta te lleva. Take off. Busca el grip, agáchate, baja el centro de gravedad, bajas. La pared abre, velocidad, la pared ahueca, mete la mano, ralentiza.
Verde cristalino, azul turquesa, el labio te cubre, estruendo fuera, tu mente se fija, tu alma en silencio. Ventana al fondo, se achica, saca la mano, vuelve a coger velocidad, flexiona piernas, rodilla trasera en la tabla, aprieta los dientes. Sales. Bienvenido a la habitación verde. Bienvenido a Salinas.
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