En lo más alto de la Villa de Arcos se ...
En lo más alto de la Villa de Arcos se encuentra el castillo de los Ponce de León, duques de Arcos. Parte de la estructura se ha reutilizado para otras funciones, pero en laTorre del Homenaje continúan viviendo los descendientes del ducado.
La Plaza es el patio de armas del recinto amurallado, actualmente parking improvisado al aire libre destinado a los funcionarios municipales y a los clientes del Parador.
La Plaza está cerrada, aunque tiene cuatro entradas, por diversas edificaciones. En su lateral de entrada la Basílica Menor de Santa María de la Asunción. En el lado opuesto de la iglesia un mirador al tajo, a 100 metros de altura sobre el río Guadalete. En los otros dos lados el Consistorio, antes Cabildo, y el Parador, ocupando la residencia del Corregidor.
Siempre que voy a la Plaza me niego a dejar el coche en el aparcamiento de la zona baja, la cuesta es larga y cansa. Sigo hacia arriba todo lo posible , si hay sitio, dejo el vehículo delante del Hostal Zindicato. Si allí no es posible sigo hacia la Plaza, arriesgándome a que no haya sitio porque aunque esté prohibido todo el mundo de aquí sube hasta la Plaza, excepto los turistas, claro.
Sea como sea en los alrededores hay buenos restaurantes de comida típica arcense, ubicados en casonas árabes. Pero lo primero es lo primero, hay que ir al mirador, asomarse sobre la vega del Guadalete y gritar el consabido: "¡Coño, que alto está esto!".
Si queréis ver este mirador tiene una webcam en tiempo real, fácil de encontrar por Google.
Una vez cumplido este ritual es hora de cumplir con el deber, ya sea alguna gestión municipal, saludar al párroco local o realizar alguna reserva para visitas culturales en la Oficina de Turismo.
El último acto ritual, cuando acudo a este plaza, es tomar un café en la terraza o en la cafetería del Parador. Allí el personal viste trajes típicos, que rememoran los románticos tiempos del bandolerismo; las vistas son impresionantes y los precios más que razonables.
Por el lado opuesto a nuestra llegada queda el barrio árabe, un entramado de estrechas callejuelas que esconde otro montón de monumentos del pasado.


