Puente Románico sobre el Arga

En Puente la Reina se llenan los hoteles a las 4 de la tarde. La cena se sirve a partir de las 7 y se desayuna cuando amanece. En la preciosa villa hace siglos que los peregrinos forman parte del paisaje cotidiano, un paisaje pintoresco donde conviven añejas costumbres pueblerinas con lenguas extranjeras, mochilas, bicis y bastones, y cuyo telón de fondo está compuesto de calles estrechas y adoquinadas, la bella iglesia de Santiago, una tranquila plaza porticada y nobles casas solariegas.

Hito en el Camino, ya que aquí se unen el Camino Francés -que se inicia en Roncesvalles- con el Aragonés, que parte de Somport y pasa por Jaca.

“Y desde aquí todos los caminos a Santiago se hacen uno solo”. Así reza la leyenda que a la entrada de la ciudad pueden leer los cientos de peregrinos que hoy día atraviesan la ciudad siguiendo la ruta jacobea que les llevará hasta Santiago.

Puente La Reina constituye una auténtica encrucijada o cruce de caminos ya que en esta pequeña villa medieval se funden las rutas jacobeas franco-navarra y franco-aragonesa, procedentes, respectivamente, de Roncesvalles y Somport, no es de extrañar pues comprobar como sus calles se ven atestadas de peregrinos, jóvenes mochileros en su mayor parte que con sus conchas y báculos forman parte del paisaje urbano de esta localidad

Este “pueblo del Camino”, llamado también Gares, está vinculado irremediablemente a su magnífico puente románico, mandado construir en el siglo XII con objeto de salvar el obstáculo natural que suponía el río Arga en la ruta que seguían los peregrinos hacia Compostela.

'Cuando un puente da vida y nombre a un pueblo', así podrían escribirse las primeras líneas de la memoria histórica de este majestuoso puente, uno de los más importantes y característicos del Camino de Santiago. De estilo románico, fue construido por una reina navarra, dicen que anónima, pero los historiadores se decantan bien por doña Mayor, esposa del rey Sancho el Mayor, o bien por doña Estefanía, esposa del rey García de Nájera. El caso es que quien lo mandó construir, y sobre todo, quien dirigió y quienes ejecutaron la obra, lo hicieron a las mil maravillas, con una extraordinaria delicadeza pero al mismo tiempo, imprimiéndole un carácter de robustez y resistencia que ha perdurado a lo largo de los años, resistiendo las embestidas del río Arga.