Descubriendo Cerdeña
El verano pasado quería irme de vacaciones a algún lugar cercano donde el sol estuviese asegurado -yo soy del norte y ahí Lorenzo se hace de rogar.
No quería ni bullicios, ni playas repletas de familias con sus niños, cubos, palas y colchonetas. Y buscando, llegué hasta la isla de Cerdeña.
Huyendo del gentío procedente de la península italiana durante los meses de julio y agosto, volé a mediados de septiembre directa desde Madrid con la compañía lowcost Ryanair hasta la ciudad costera de Alghero.
Mi sorpresa fue cuando me encontré una ciudad amurallada mirando hacia el mar, un laberinto de callejuelas y rincones por descubrir pequeños restaurantes donde disfrutar de la comida sarda.
Lo más bonito es ver el atardecer desde los muros de su paseo, un verdadero espectáculo digno de fotografiar.
Dejando de lado la parte más urbanita del norte de la isla, las calas y playas son una auténtica maravilla. Salvajes y prácticamente desiertas, todavía podemos encontrar en el Mediterráneo lugares sin explotar. El agua cristalina ofrece la oportunidad de hacer snorkel o estar remojo cual chipirón.
Si queréis descansar, disfrutar de tu pareja sin agobios ni multitudes, os recomiendo una escapadita al norte de Cerdeña.
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