La Cueva del Elefante
Sin duda, uno de los templos más espectaculares y más pequeños que he visto en todos mis viajes.
Espectacular, porque está tallado en la roca de la montaña, con un precioso e intrincado diseño, y pequeño porque es un espacio minúsculo.
Lo más extraño de todo es que esta cueva-templo no fue conocida por los europeos, que se trastearon media Asia hasta 1923, aunque se haya construido aproximadamente sobre el siglo XI.
Tampoco es de extrañar, porque no está muy a la vista. Hay que dejar el coche en un aparcamiento rodeado de chiringuitos de pareos y bajar hasta el conjunto de templos y estanques que se encuentran a unos 100 metros, pagar religiosamente la entrada, ponerse los sarongs a la cintura y entrar.
Los amplios manantiales excavados en 1954 se utilizaban probablemente para baños sagrados.
Pasados estos, vemos la Cueva del Elefante, con una enorme cara labrada en la parte exterior y que al entrar me resultó pequeña y sofocante con su forma de T, sus nichos con estatuas shivitas y budistas y una humedad increíble.
Para que la visita no se quede aquí, hay que caminar un poco más y visitar el santuario a la diosa Hariti, protectora de los niños, donde un monje, por una " donation" te bendice con agua de los manantiales sagrados cercanos.
Un poco más abajo, hay un delicioso rincón con un precioso estanque de lotos y otro nicho sagrado.