Restaurante Café Gijón

Si hay algo que tiene aroma propio en Madrid es su Café, y sin duda tiene un lugar, El famoso Café Gijón en pleno Paseo de Recoletos.

Abrió sus puertas allá por Mayo de 1888, ¿la causa? Un emigrante asturiano llamado Gumersindo.

Creo que todo el mundo sabe del porqué este lugar es tan significativo e importante, si no lo sabéis os diré que gente como Severo Ochoa, Benito Pérez Galdós, Pio Baroja o Jacinto Benavente entre otros eran asiduos de este lugar.

Por sus paredes ha pasado mucho, mucho tiempo. Allá por el 1927 acogió a su generación, a Camilo José Cela y en tiempo de la posguerra albergó a mucha más gente bajo el nombre de Juventud Creadora.

Hay incluso madrileños que no saben que el mítico Café Gijón alberga en su sótano un antiguo restaurante con las paredes forradas de madera y multitud de cuadros-recuerdo donde es imprescindible detenerse unos minutos para contemplarlos.
Revuelto de morcilla, croquetas caseras, un delicioso carabinero sobre una galleta de queso y hojas verdes, o lubina, entrecot de buey o merluza a la vasca son algunos de sus deliciosos platos, servidos todos en su punto óptimo, que pueden degustarse en este histórico lugar.

Fuimos cinco personas del trabajo a comer y acabamos cuatro de ellos intoxicados. El sitio es insalubre, el trato de los camareros y especialmente del encargado es lamentable. Me sorprende que la cocina haya pasado el control de Sanidad.
Todas las carencias de este sitio, que son muchísimas, se intentan cubrir por un halo de 'historicidad' que no es más que la escusa de un patética gestión.
Mi recomendación: no poner un pie allí más de 1 minuto. Si te apetece ir a ver el local, que tampoco es ninguna maravilla, entras, echas un vistazo rápido a los 140m2 de local y con las mismas te das

Fundado en el año 1888, el Café Gijón forma parte de la historia de la ciudad de Madrid. Siempre estuvo ligado a la cultura. Sus especialidades se basan en la cocina tradicional, entre los que destacan el bacalao o los canelones rellenos de changurro, entre sus postres destaca el tocinillo de cielo y el frixuelo relleno de crema y nata.

Café malo, escaso y carísimo (4€). Ambiente rancio. Solo tiene el nombre y un pasado en el que se juntaban escritores a charlar.
Un timo.