Fantástico
Merece la pena entrar en el Cal Jordi, solo por conocer a su dueño. Jordi lo trata con mucho mimo y la comida es exquisita. Cuida a sus clientes con ahinco y si es fácil acabar charlando con él, incluso acabando en una competición de moscatel con porrón (que entra solito, aviso). Si podéis avisar con tiempo y pedid el cochinillo, que es absolutamente delicioso (y me consta que lo cocina durante al menos 10 horas). Para chuparse los dedos.