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Reza en la entrada de este restaurante: ‘Santuario de la payesía y la gastronomía’. Quizá el término santuario sea algo pretencioso, pero es cierto que lo que aquí se honra es el maridaje del mundo rural con el culinario. Efectivamente, Can Mià es un restaurante-granja que, además de degustar una comida, permite ver como se crían los animales que luego acabarán en los platos: Jabalíes, faisanes, pintadas, conejos, patos y hasta avestruces. Se puede contemplar lo que comen y tomar nota de lo sanotes que están antes de pasar por las manos del matarife…
Can Mià se encuentra en las afueras de Palol de Revardit, un pequeño pueblo en las cercanías de Girona, en pleno campo. El local es rústico a más no poder y en invierno los comedores se calientan con el fuego de las chimeneas. La carta es corta y se centra en la especialidad de la casa: Los rustidos. Aquí todo se cocina en cazuela hasta que la carne queda tan tierna que se cae del hueso. No se necesita cuchillo para comerla; con el tenedor basta.