Kafkiano.
Como hacía buen día decidimos pasar el día del padre en Donosti, ¡maldita la hora!
La experiencia resultó ser "kafkiana", estaban los bares del casco viejo llenos y este parecía que quedaba una mesa así que decidimos entrar. Haciendo honor a la verdad quiero manifestar mi desconcierto en este minúsculo comedor pero como era tarde decidimos entrar a comer.
Estábamos como sardinas en lata, la mesa para dos demencial (pequeñísima), la comida corriente para los 54 euros que costó, las camareras justo se movían a duras penas entre las mesas, lo peor de todo fue cuando dos de ellas chocaron (si realmente chocaron) detrás de mi y el café que llevaba a una mesa lo vació absolutamente entero en mi espalda quedando todo impregnado, absolutamente impregnado, mi blusa, mi pantalón y mi chaquetón.