Restaurante La Hermandad de Pescadores

Deambular por el barrio de la Marina de Hondarribia es un verdadero placer, no sólo para la vista, ya que el entorno posee una indudable belleza, sino también para el paladar.

Asomarse a cualquiera de las tabernas con las que cuenta el Barrio y contemplar los mostradores repletos de pintxos es una auténtica tentación y resulta un hábito muy recomendable para hacer hambre antes de degustar una buena carne o un excelente pescado en alguno de los fantásticos restaurantes de la zona.

Me vienen a la mente algunos nombres en los que los pintxos son de auténtico lujo: El Bar Ignacio, el Yola Berri, el Lekuona, el Gran Sol….

Visita obligada si vas a Fuenterrabía. Cuentan que son las mujeres de los pescadores las que regentan este acogedor restaurante, el caso es que siga siendo así o no, la sensación es esa misma.

Todo lo que pedimos estaba excepcional, a destacar, sin duda, la merluza y el bacalao. Pero, sobre todo, lo que más que gustó fue el trato recibido, un 10.

Un local muy sencillo pero con un pescado de lujo, donde es imposible no salir de allí con un buen sabor de boca.

Situado en pleno corazón hondarribitarra, a dos pasos de la parte vieja, del puerto deportivo, del paseo de Butrón y del barquito que os acerca a la vecina Hendaya.

Recomendable por supuesto, el paso por toda la Marina. Un lugar con mucho encanto.

Las camareras van vestidas con el típico traje de pescadoras. Todas encantadoras y súper atentas a que no falté de nada.
La comida increíble, pedimos merluza y bacalao. Y para compartir unas almejas y pulpo.

Comer en este restaurante encierra una experiencia inolvidable digna de vivir cualquier persona, la calidad del pescado que se sirve es única, pescado del cantábrico el mejor, con una frescura casi nunca lograda en otros sitios, preparado bajo la experiencia de su dueño y Chef principal experto y sabio cocinero vasco de amplia experiencia y que guarda el secreto de unos sabores únicos al paladar, acompañado de un servicio exclusivo muy experimentado y una presentación de los platos perfecta, que hace de experimentar una comida en este sitio una oportunidad única e irrepetible meritorio de ser vivida

El mejor pescado fresco que he tomado jamás. Y los postres, espectaculares.

Es un sitio pequeño que hace que te sientas como en casa. Por eso recomiendo que reservéis antes de ir ya que está muy solicitado y seguramente no podáis degustar los diferentes platos que nos dejaron...no sé ni como describirlo. Los mejillones y el mero estaban de escándalo. Se notaba que era todo fresco. Entre el ambiente que se forma (vestid@s de arrantzales y el comedor al ser pequeño algunas mesas son largas y compartes charla con otros comensales), el trato de las camareras (muy simpáticas y atentas, además nos invitaron al txakolí y a los chupitos) y la comida de primerísima calidad y cocinado