Lo tradicional con un toque de modernidad
Comer en el restaurante del Parador de Gredos es una experiencia inolvidable. Desde la degustación inicial con la que abrí boca: un surtido de platos locales como las patatas revolconas, sopa castellana, judías del barco con oreja y chorizo y migas del pastor de Gredos; la cremosidad del queso de cabra Montenebro -dicen que han ganado en repetidas ocasiones varios premios y "ya ni siquiera compite", los caldos tintos de la región, pasando por el surtido de carnes a la parilla como el cochinillo, cabrito, solomillo o un buen chuletón; el estómago te lo agradecerá enormemente, pero a su vez tendrá que tomarse un tiempo para digerir tan delicia.
Todo hecho a base de productos de la zona, lo cual por un lado contribuye a la economía autóctona, con un toque de cocina moderna pero sin perder las recetas tradicionales. Para terminar la sobremesa, sea a mediodía o por la tarde-noche, nada mejor que un gintonic en uno de los salones del piso superior, su carta de ginebras en absoluto es escasa. Gredos alimenta los sentidos, no sólo el gusto y el olfato, en cuanto sales por la puerta del restaurante el resto de sentidos se activan. Imprescindible para los amantes de lo dulce la tarta de queso con salsa de mango, el no va más, y encima guardan la receta como oro en paño. Habrá que investigar porque esto hay que llevárselo para casa.
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