Llegar a Rishikesh desde Chandigarh fue...
Llegar a Rishikesh desde Chandigarh fue como llegar a otra India. El itinerario de mi viaje -que comenzó en la región budista de Ladakh, en el extremo norte del país- va siendo como un muestrario asombroso de religiones, costumbres y geografías contrastantes.
Rishikesh está sobre el sagrado Ganges -o Ganga, como lo llaman en India-, no el Ganges de Varanasi, absolutamente contaminado, sino un Ganges joven, recién salido de las montañas, transparente, limpio y muy frío. Se dice que la ciudad es capital mundial de la Yoga; puede ser, la cantidad de 'Ashrams', casas de todo tipo de masajes, escuelas donde aprender los secretos ayurvédicos, y occidentales de todas las edades vestidos de semi santones es impresionante. La ciudad también es meta de deportistas-aventureros: Practicar rafting en las aguas del Ganges es una verdadera pasada.
También pasan por allí vacas, bicicletas, rickshaws y monos, aunque los monos (de 1 metro de altura y cola muy larga) cruzan colgándose de los grandes tirantes de acero que sostienen a los puentes.
Desde Lakshman Jhula se accede a los ghats más concurridos y a la zona más antigua de Rishikesh. Uno puede pasarse el día yendo y viniendo por los ghats o la calle que bordea el río. En los ghats, continuamente hay gente dándose baños rituales o haciendo abluciones; en la calle, las tiendas de telas, los pequeñas teterías, los puestos de comida, las 'farmacias ayurvedicas', las librerías, conforman un universo que atrapa.