Ruinas de Palmira

Con los primeros rayos solares el montón de piedras empezaba a tomar forma. El recinto adquiría una imagen de grandiosidad y importancia. Toda una experiencia pasearse ante derrumbados enormes capiteles y sentarse en colosales columnas. Sin nadie alrededor, sólo el frio de una mañana de Enero.
El sol iba subiendo y aparecían los primeros turistas en camello. Era el momento de abandonar las ruinas. El espectáculo de colores y ruinas había terminado.

En uno de ellos, como refleja la foto que proyecta el Tetrapylón.

Podría decir mil cosas técnicas sobre estas ruinas, pero (como casi siempre) conviene también admirar todo el conjunto, disfrutar de él sin dedicarse a leer uno por uno el significado e historia de cada templo. La mejor hora (con diferencia) para visitar las ruinas es al amanecer y al atardecer por razones obvias: El calor puede llegar a ser insoportable.

Y esta vez sí que recomiendo alquilar unos camellos: Las ruinas ocupan una extensión enorme y hay que poder verlas en su conjunto, pasear entre ellas, sentirse un viajero cansado del desierto, que llega a la última ciudad del Imperio Romano a reponer fuerzas.

Absolutamente espléndido, uno de los lugares más fascinantes donde haya estado nunca. No creo que haya muchas ruinas comparables a las de Palmira... Y lo mejor que puede hacer uno al llegar: Intentar dormir bajo las estrellas, en una tienda beduina. ¡No os lo podéis perder!

Es el monumento más fotografiado de Palmira. Marca el segundo giro de la avenida en su parte mejor conservada. Consta de una plataforma cuadrada con un grupo de cuatro columnas en cada esquina, cada uno de los cuales sostiene un tramo de cornisa. El pedestal en el centro de cada grupo soportaba una estatua.

Actualmente sólo uno de los 16 pliares es del original granito rosa de Egipto; el resto son de un lamentable cemento teñido.
A pesar de la precipitada y desastrosa restauración el conjunto sigue siendo armónico y ¡bien merece la archiconocida foto!

Es la estructura más completa e impresionante de todas las ruinas de Palmira: El santuario de bel. En el complejo podemos disfrutar de un inmenso patio amurallado, un pasadizo hundido que comunica el templo con el exterior de la muralla (mágico) y el templo mismo, repleto de bustos de divinidades y de signos del zodiaco en la cúpula.

Un templo muy bonito pero que, comparado con lo que supone pasearse por Palmira en camello, desmerece un poco.

Es el mejor momento del día en Palmira: Justo al atardecer. Los calores se disuelven pero aún no hace frío (recordemos que estamos en pleno desierto), la luz es magnífica, los camellos están tranquilos y lo mejor de todo: Los circuitos organizados se han ido al hotel a descansar.

Esta hora, quizás menos concurrida, es perfecta para recorrer las ruinas en caballo o en camello, contemplar como las piedras van reflejando distintos morados, ocres, grises, amarillos... Llegar al campamento en plena noche del desierto, con miles de estrellas en el cielo es una de las experiencias más maravillosas que uno puede tener en la vida.

La Gran Columnata es la espina dorsal de la antigua ciudad de Palmira. Se trata de un majestuosa avenida con columnas que unía el principal templo funerario de la ciudad con el magnífico templo de Bel: Un recorrido de casi un kilómetro. A diferencia del modelo típico romano, la avenida no era recta y se dobleba en dos puntos como resultado de la improvisación.

Es curioso que la moderna carretera asfaltada cruce esta avenidad (fruto de esa magnífica conviencia entre pasado y presente). Aún se conserva gran parte del tramo, es impresionante. A diferencia de los pórticos que la rodean, la avenida nunca se pavimentó, probablemente para que las caravanas de camellos no la dañaran.
Cada una de las inmensas columans tiene un pequeño saliente que antiguamente albergaba la estatua de algún vecino rico o célebre que hubiera ayudado a pagar la construcción de la calle.

Además de dar un paseo en camello por Palmira, contemplar sus costumbres y hablar con sus cuidadores es una experiencia irrepetible. Situada en el desierto, Palmira es una ciudad de camellos: Carreras de camellos, concursos de belleza de camellos, cruces de camellos.. Poder ver a estos animales (normalmente atracciones de feria) en su ambiente naturale es una gozada. Intentad ir a uno de los oasis que rodean la ciudad y seguramente sus dueños estén encantados de hablaros sobre ellos e incluso dejar que los alimentéis. Eso sí, tened preparada una propina...