Partitura del arte hecho piedra
Dejemos atrás el casco histórico, donde se arremolinan los edificios, plazas y paseos para bajar al río, a ese Duero que no puede ni quiere separarse de Soria, que la ennoblece y embellece. Crucemos el puente de piedra disfrutando del agua que discurre plácidamente a su encuentro con el mar y llegaremos a la que quizá sea la meta más ansiada de todo visitante de la ciudad.
Tras unos muros se esconde el maravilloso claustro del monasterio de San Juan de Duero, decenas de arcos se mantienen en pie gracias a la maestría constructora de los canteros que los dotaron de una belleza única y serena, diferente en cada uno de sus lados, y que irremediablemente nos transportan a los lejanos países del Oriente Medio, quizá por influencia de las Cruzadas, ya que la orden que lo mandaron levantar eran los Hospitalarios de San Juan de Acre.