La imagen añosa y entrañable de Santa P...
La imagen añosa y entrañable de Santa Pau es una fotografía de las más bellas cuando pienso en imágenes de Cataluña.
La antigua baronía medieval, a pesar de haber recuperado en los últimos años su esplendor gracias al turismo y a su situación privilegiada en el corazón de la zona volcánica de La Garrotxa, no ha perdido su estrecha relación con el campo, lo que la hace cotidiana, muy vívida, mágica y a la vez muy real. Y es que desde su imponente castillo se huelen las huertas, desde su plaza se escuchan cencerros, desde las callejas que pasan bajo los arcos de su Vila Vella se llega en un santiamén a alguna centenaria masía.
La vida de Santa Pau gira en torno a su plaza, en pendiente, empedrada, soportada, rústica, y hermosa. A su alrededor, los edificios muestran portalones, ventanas góticas y preciosos balcones. Aquí están los únicos bares del pueblo. Yo entré en uno y me senté en la barra, al lado de dos ancianos payès que pasaban la tarde del domingo fumando puros y bebiendo ratafía. Me explicaron: “La de Santa Pau no es una ratafía cualquiera... Ésta es un rosolí (aguardiente), al que se le echa canela, azúcar y otras hierbas: Manzanilla dulce y amarga, un puñado de ruda, menta de los campos. Y lo más importante: Se hace con cerezas”.