Una buena forma de empezar el día
Uno de los más gratos recuerdos que tengo de Amsterdam es el de una pequeña cafetería situada al finalizar Vondelpark, en el extremo opuesto al centro.
Nuestro hotel estaba bastante alejado del centro, y cada mañana cruzábamos la mitad de la ciudad a pie. Pero antes necesitábamos coger fuerzas, y aprovechando que nos pillaba de camino y el buen trato que nos brindaban, el café Schinkelhaven se convirtió en paso obligado todos los días de nuestra estancia.
Aprovechando su ubicación, dar una paseo por el maravilloso Voldelpark y parar a tomar un café es una gran idea. Solo hay que salir por la puerta de atrás del parque, la más alejada del centro y cruzar la calle. Está ahí, con sus bombillitas de colores y sus mesas situadas en el exterior, invitándote a sentarte en esos escasos momentos en el que sol decide acariciar la ciudad. O también puedes entrar al interior, donde la decoración cálida es una suerte cuando la lluvia y el frÍo te calan hasta los huesos.
Disfrutar de un latte acompañado de un croissant con mantequilla y mermelada era mi parte preferida de la mañana. Además, el trato que recibimos cada día fue de primera. El echo de que no sea un lugar turístico, y que fuésemos los primeros en llegar cada día hizo que, desde el primer día, el dueño fuese muy amable y encantador. Incluso nos explico que lugares de Amsterdam eran sus preferidos.
Además, por la noche, cuando la única luz que se ve en toda la calle es la de las bombillitas de colores que cuelgan fuera y el que sale del interior por las ventanas, invita a pasar y tomar una cerveza tranquilamente.