Temple Club

Diez años de historia han sido suficientes como para que este restaurante de la antigua Saigón se convierta en un referente del buen gusto, la buena comida, y de la nostalgia de una época. Debemos buscarlo expresamente porque su escondida entrada, a través de un pequeño corredor iluminado sutilmente, hace que sea fácil que pase inadvertido.

La herencia francesa, las imágenes que dejó la obra de Graham Greene en nuestra memoria, acuden al entrar al restaurante. Allí todo invita a las confidencias, también a las intrigas, y a disfrutar de una perfecta sobremesa en su salón.

La carta se compone fundamentalmente de cocina vietnamita, con clara presencia francesa y china. Bien presentada, visualmente atractiva y muy sabrosa. Mezcla de tradición y de innovación, en uno de los locales más románticos de la vieja Saigon.

Nuestra estancia en Vietnam llegaba a su fin. Tras 3 semanas de recorrido por todo el país era el momento de ir despidiéndose, por lo que decidimos coger la guía y buscar los restaurantes más recomendados de comida tradicional vietnamita, y encontramos "Temple Club". Nada más entrar al local uno queda prendido de su diseño colonial, su cuidada estética y una distribución de los espacios que lo hacen un local amplio y muy agradable para todo tipo de comidas y cenas en compañía. Como en todos los rincones de Vietnam, los precios para un restaurante de ese nivel eran ridículos. Por unos cocktails de inicio y de clausura, y una cena completísima no pasamos de los 15-20€.

Efectivamente todas las recomendaciones positivas eran ciertas!! Un restautante precioso, el servicio fue perfecto y la comida muy buena.

Me atrevería a decir que es el mejor pato a la naranja que he probado en mi vida.

Mil gracias a los viajeros por las recomendaciones.

Estoy ahora mismo en este maravilloso restaurante. Hemos cenado un colega y yo por 40 dolares en total (2 entrantes, plato principal y postre). Rollitos con salsa de mostaza, alitas de pollo con salsa de pescado y yo me he apretado un pato a la naranja que casi se me saltan las lágrimas. Los postres igual de ricos.
El personal amable, simpático, con muy buen inglés (raro en Vietnam) y buen ritmo de platos.
El local elegante aunque la entrada es muy muy discreta. Está justo al lado de una cafetería llamada Fanny.
Que me he puesto como el tenazas, vamos!