Dorada como el oro
La " Borg al Dsajeb" de los árabes, nuestra Torre del Oro, uno de los símbolos de Sevilla desde el siglo XII, recibió su nombre según unos historiadores por el brillo de sus azulejos al ponerse el sol, o según otros por la cantidad de tesoros que albergaba, procedentes de todos los rincones del Imperio.
Sea como fuere, esta atemporal vigía de la riquísima Hispalis, es hoy referencia de todo aquel que visite la ciudad.
Me pregunto cómo se vería el río si la leyenda fuera cierta. La que cuenta que al otro lado del Guadalquivir, justo enfrente había una torre gemela que estaba unida a la otra por una cadena muy gruesa que impedía el paso a los barcos y protegía la entrada a la ciudad.
Igual que pudo haber dejado de existir la actual, después de 1755, cuando el terremoto de Lisboa la dejó en tan penoso estado que se pensó en borrarla de la faz de la tierra.
Afortunadamente el alcalde los Reales Alcázares, consciente de su valor histórico y estratégico, decidió su completa restauración, y su protección total llegó en 1822 cuando la Marina instaló en ella las oficinas de la Capitanía del Puerto.
Entre 1991 y 2005 se restaura absolutamente toda la Torre, dando vida al nuevo Museo de la Armada, del Guadalquivir y de la misma Sevilla. Una pequeña muestra de la historia de la ciudad y de la Nación, donde podemos quedar tan fascinados por el continente como por el contenido.
E intentemos subir a lo más alto. Las vistas bien lo valen.


