Había una vez un castillo
Pero ya no queda nada de él, desgraciadamente, tan sólo esta preciosa y esbelta torre y una pequeña parte del claustro que dan una idea de lo impresionante que tuvo que haber sido la fortaleza que durante tantos siglos guardó la ciudad de Tarrasa.
Este castillo, llamado Castell Palau de Terrassa, se levantó en el siglo XII y alrededor de él y bajo la custodia de los señores de la ciudad, tal y como era costumbre en la Edad Media, surgió la actual urbe.
Son casi 27 los metros que tiene de altura esta atalaya construida en piedra y guijarros de río, y si nos preguntamos el porqué de una puerta de acceso situada tan arriba, sólo debemos pensar en los continuos ataques de árabes y las guerras entre las poderosas familias catalanas para darnos cuenta de que esa inaccesibilidad era necesaria.
Lo mismo podemos decir de su inexpugnabilidad, que tras la desaparición del castillo la convirtió en prisión y en archivo notarial de la ciudad. El estado de conservación y mantenimiento es envidiable, lo que junto a su valor histórico y arquitectónico la convierten en el edificio más emblemático de la ciudad.
Cuidado, si no vamos siguiendo su rastro por las alturas de los tejados puede que nos perdamos el pequeño callejón que le sirve de entrada...Y sería una pena no verla.