La soledad de las arenas
Uno de los atractivos que presenta una escapada a El Aaiún, quizá el más importante, sea recorrer parte del desierto del Sáhara que casi toca el mar. Y es que mar también lo es, pero de doradas arenas, de fuertes vientos y de soledad casi inmensa, inabarcable pero hechizante.
Ali Salem, nuestro guía nos llevó a la caza de dunas, esas grandes e imponentes que parecen tsunamis de arena. El 4X4 sube, baja, cabecea como un barco del desierto y hace varias paradas para que contemplemos esos gigantes que se mueven por capricho de los vientos y no de los hombres. Desaparecen para dejar paso a los pastizales de aulaga y otros verdores de los que se alimentan los camellos guiados por pastores que poco más pueden encontrar por estos lares aparte de algún que otro pozo donde abrevar sus rebaños.