La favorita de Augusto
Poetas, escritores, nobles, políticos y el mismísimo Cesar, glorificaron las virtudes y las cualidades de la sinpar Tarraco, tan querida y mimada por todos ellos que no tardó en lucir como una de las perlas más brillantes del tesoro romano. Enamorado de su tierra y su mar desde que puso los pies en la dorada arena de sus playas, Augusto decidió embellecerla y dotarla de todo lo que pudiera engrandecerla y convertirla en una de las más magníficas ciudades fuera de la Italia continental.
El resultado lo vemos ahora, paseando por una Tarragona que combina edificios del periodo romano como el anfiteatro o el circo ( que han bastado para que el conjunto sea declarado Patrimonio de la Humanidad), una catedral de gran belleza y una ruta Modernista que dio los primeros pasos para un ensanche urbano absolutamente necesario con la llegada del siglo XX.