La Villa Mariana
Teror tiene un corazón tan santo que hasta las piñas que daba el pino donde se apareció la virgen eran engastadas en oro y plata para librar de todo mal a sus portadores.
No hay duda de que la base y casi razón de ser de la Villa es su entidad religiosa y social que ha quedado impregnada en sus calles, casas, plazas y monumentos.
Sus orígenes se remontan al s.XV, aunque las edicicaciones más antiguas que se conservan pertenecen al s. XVII y su época de esplendor fue principalmente el s.XVIII.
El Centro Histórico se divide en el Barrio de Abajo, donde están situados los monumentos más importantes, y el Barrio de Arriba, situado en la montaña.
Como por ejemplo el Palacio Episcopal, que fue un regalo del pueblo de Teror a los obispos Morán y Delgado en agradecimiento a la construcción del Templo de Ntra. Sra. del Pino, aprovechando los materiales sobrantes de la fábrica de la Basílica.
Desde su restauración en 1982, una parte del edificio acoge la Casa de la Cultura con Salas de Exposiciones y Salón de Actos, y la parte más antigua es utilizada por la parroquia para actividades religiosas.
Demos la vuelta y veamos cómo han sido entrelazadas las ramas de los árboles de la plaza para formar un arco. Me encantaría estar en verano, cuando esté en pleno esplendor la cúpula verde....
Pero tenemos que seguir, y nuestros pasos nos llevan a la Plaza Teresa de Bolívar, que es una de las huellas artísticas que dejó en Teror el polifacético Néstor Álamo y el artista canario Santiago Santana. Esta pequeña pero acogedora Plaza fue configurada en 1958 como un desahogo a la Plaza del Pino, ante la gran afluencia de peregrinos y visitantes, principalmente en las fechas de la festividad. Su nombre lo recibe de la mujer de Simón Bolívar, bisnieta de Bernardo Rodríguez del Toro, insigne personaje nacido en Teror en el s.XVII.
En la Plaza destacan sus dos fuentes, una adosada a la pared con un pino labrado en piedra sobre el que se sitúa el escudo de la familia Rodríguez del Toro y otra en forma de pilar de gran valor artístico construida en piedra amarilla de Teror. Sus dos bancos de cantería nos invitaban a disfrutar del entorno y del solecito que en ese momento invadía el espacio.
Pero el tiempo pasaba muy rápido, como cada vez que uno se deleita con los nuevos descubrimientos, así que continuamos extasiándonos ante las cuidadas casas y calles, llenas de flores y colores que llaman nuestra atención.
Pasamos por rincones rehabilitados como la Escalinata de la Cruz de los Caídos y el Ayuntamiento, para volver a nuestro punto de partida, la Plaza del Pino, testigo de centenares de celebraciones, algunas religiosas y otras paganas. Poco a poco nos vamos alejando, sabiendo que hay que volver, que aún queda mucho que descubrir en la Villa de Teror.
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