Literatura y sueños
Al dejar atrás la costa oeste de Mallorca el paisaje cambia, las calas que hemos visitado dejan paso a extensiones de olivos centenarios, campos ordenados de color ocre oscuro, para llevarnos a pueblos tranquilos con casas de piedra dorada y jardines de naranjos y limoneros, como Valdemosa, un puñado de casonas en la pendiente de una colina donde se refugian los adinerados y afortunados mallorquines que viven en la costa y se retiran a descansar durante la estación más calurosa y llena de turistas.
Pero sobre todos ellos y sobre todas las cosas domina la Reial Cartoixa, el complejo monástico que debe más su fama a Chopin y su compañera George Sand, que pasaron aquí el invierno que partía el año 1838 al 39 que a los maravillosos frescos de Bayeu, el cuñado de Goya o a la anttigua farmacia del siglo XVII, que conserva valiosos vidrios mallorquines y catalanes. Sería impensable no alzar la vista y gozar de su torre, cubierta de azulejos que destaca en el claro y limpio paisaje. Y no digamos el pecado que sería no pasear por las calles de la población, con sus breves plazas y callejuelas, sentarse en sus escaleras de piedra y fijar la atención en los pequeños detalles de una arquitectura popular realmente auténtica.