Recuerdos de mi niñez.
Aún recuerdo cuando en mi niñez iba con mis padres a disfrutar de este pequeño valle, no muy lejano a la Ciudad de México. Hace una década, este lugar se transformó gracias a la nueva infraestructura hotelera en uno de los lugares turísticos con mayor demanda para descansar los fines de semana.
El valle se encuentra a unas cuentas horas de la capital del país, se pueden realizar actividades como el campismo y excursionismo. La actividad más novedosa para realizar en este hermoso valle rodeado de bosques son los deportes de vela con veleros y windsurf.
La mayoría de los hoteles que se encuentran en este valle son de tipo rustico esto, con el fin de mimetizarse con el ambiente, pero existen algunos hoteles de gran lujo como el Hotel Avandaro.
En la locación con el mismo nombre, podrás desayunar de las mejores quesadillas de chorizo o chalupas, podrás ver desde los pequeños restaurantes la vista espectacular del lago, que es realmente el atractivo principal. En el se pueden llevar acabó cientos de actividades, las comunes son la pesca, donde tu rentas tu lanchita y pescas tu comida que al llegar al muelle te la guisan a tu gusto por una módica cantidad, o ahí mismo en el muelle los pescadores te sacan tu próxima comida. Una experiencia que vale la pena disfrutar.
Actualmente ya cuenta con un campo de golf para los amantes de este deporte, que honestamente yo no entiendo, prefiero la pista de go-karts. Las paradas obligadas del valle son su Plaza llamada “Plaza de la Independencia”, y su Iglesia de San Francisco de Asís, hogar del famoso Cristo Negro.
Y su mercado de artesanías donde puedes encontrar hierro forjado, maderas y deshilados de la más alta calidad, así como cerámica en alta temperatura. Realmente un lugar que no se puede describir con palabras, tienes que vivirlo para entenderlo.